: En lugar de liderar la batalla, el mariscal juega al billar en la sede. La batalla finalmente se perdió, el ejército se retira, sin esperar las órdenes del comandante, pero el mariscal ganó su partido.
La batalla ha estado sucediendo por dos días. Soldados agotados pasaron la noche bajo la lluvia torrencial, y durante tres horas han estado completamente alertas en medio de un campo sucio. Están esperando la orden, pero la sede no la envía. Mientras tanto, el mariscal, en lugar de mandar a las tropas, juega al billar con el capitán, rodeado de oficiales de la sede ubicada en el magnífico castillo de la época de Luis XIII. Los sonidos de la batalla no llegan aquí, y la lluvia que arrasó los caminos solo refrescó los céspedes del parque del palacio.
Cuando el mariscal comenzó la fiesta, el mundo entero podría fallar, pero nada podría detenerlo.
Un joven capitán puede vencer a cualquiera, pero el mariscal es un jugador ávido, y para que una carrera exitosa continúe, es recomendable que el capitán pierda el juego ante su comandante, lo que todos los presentes comprenden. Los sonidos de los disparos de cañón llegan repentinamente al castillo. Los oficiales corren hacia las ventanas alarmados, pero el mariscal está tan interesado en el juego que no nota nada.
El capitán, sorprendido hasta la médula por este acto de su comandante, pierde la cabeza, olvida su carrera,hace algunos buenos golpes y casi gana. El mariscal acepta el desafío, y el juego de billar adquiere el carácter de una confrontación feroz. El ayudante cubierto de lodo corre hacia el cuartel general, pero el mariscal se niega rotundamente a comandar a las tropas, agotado durante la batalla, que alcanzó un clímax, hasta que esta fiesta se desarrolla.
Los soldados mueren en la inacción, con armas en sus manos, sin entender por qué la "sangre de los hijos de Francia" se derrama en vano. Y ahora la batalla está perdida, el ejército se retira en desorden, sin esperar las órdenes del comandante. Pero el mariscal gana el juego en billar.